Loa a la radio analógica

 


En medio de la oscuridad total que envuelve al país, cuando el suministro eléctrico cesa y sume todo en un silencio inerte y frío, paralizando la vida digital a la que estamos acostumbrados, emerge un humilde artefacto del pasado. Es la radio analógica, alimentada por simples pilas.

Mientras las pantallas permanecen apagadas y las redes de comunicación caen, ella permanece ajena al colapso. No necesita la corriente que ya no fluye; su energía reside en esas pequeñas baterías que le otorgan autonomía. Con un giro del dial, entre el crujido familiar de la estática, brota una voz, una melodía, una conexión con el mundo exterior que parecía perdido.

Se convierte en el único vínculo, la fuente de noticias que informa sobre la situación, la compañía sonora que rompe el pesado aislamiento. En la incertidumbre y el desconcierto del apagón, esta radio sencilla se erige en un faro inesperado, un testimonio de la resiliencia de lo básico frente a la fragilidad de lo complejo. No discriminas entre rico y pobre, entre joven y anciano, centro o periferia. Tu democrática voz alcanza a todos, profeta analógica que nunca muere, por más que los profetas digitales anuncien cada año tu extinción. Y mientras la nación se vuelve isla, archipiélago de hogares aislados, tú tejes invisible red de voces que mantiene la comunidad viva, recordándonos que seguimos juntos cuando las luces todas se han apagado. Al ingeniero que diseñó tus circuitos, al obrero que soldó tus componentes, a quienes preservaron tu memoria: hoy, en la oscuridad total del apagón, les debemos la luz de la palabra que solo tú, humilde radio de pilas, supiste conservar cuando todo falló. Amada radio, último bastión, guardiana fiel de la consciencia colectiva, tu obsolescencia programada nunca llegó. En la era de la conectividad perfecta, resulta que eras tú, la más antigua, la única realmente indestructible, la que nunca nos abandonaría.

Es un recordatorio de que, incluso cuando la tecnología más avanzada falla, algo tan fundamental como una onda de radio puede mantenernos informados y conectados, ofreciendo un ancla vital en tiempos de crisis. Su valor, a menudo olvidado, resurge con fuerza en la adversidad, demostrando ser un refugio fiable cuando todo lo demás se detiene.

Texto redactado con el apoyo de mi asistente en IA Kiara.

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